miércoles, 7 de octubre de 2009

IX, XXXVIII, LXXXVII

Besa el aura que gime blandamente
Las leves ondas que jugando riza;
El sol besa a la nube en Occidente
y de púrpura y oro la matiza;
La llama en derredor del trono ardiente
Por besar a otra llama se desliza,
Y hasta el sauce, inclinándose a su peso,
Al río que lo besa, vuelve un beso.

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Los suspiros son aire y van al aire,
las lágrimas son agua y van al mar.
Dime, mujer: cuando el amor se olvida,
¿Sabes tú a dónde va?

-

Dices que tiene corazón y sólo
lo dices porque sientes sus latidos;
eso no es corazón... es una máquina
que al compás que se mueve hace ruido.

Ligeia

No hay nada, entre las muchas anomalías incomprensibles de la ciencia del espíritu, más conmovedoramente estimulante que el hecho -nunca, creo yo, puesto de relieve en las escuelas- de que, en nuestros esfuerzos para recordar una cosa hace tiempo olvidada, nos hallemos en el mismo borde del recuerdo, muy a menudo, sin que podamos finalmente recordar. Y así, con cuanta frecuencia, en mi intenso escrudiñar en los ojos de Ligeia, he sentido aproximarse el pleno conocimiento de su expresión, lo he sentido aproximarse, pero sin pertenecerme por completo... y así, finalmente, alejarse nuevamente, y, (extraño, ¡el más extraño de todos los misterios!), he hallado en los objetos más comunes del Universo, todo un círculo de analogías para aquella expresión.

[...]

El péndulo de Foucault

Las religiones siempre han sido el opio de los pueblos.

Poblar el mundo con hijos que llevarán otro apellido, y nadie sabrá que son tuyos. Como si fueras Dios de paisano. Eres Dios, te paseas por la ciudad, oyes que la gente habla de ti, y Dios por aquí y Dios por allá, y qué admirable universo éste, y qué elegancia la gravitación universal, y tú sonríes entre dientes (la barba tiene que ser falsa, o no, tienes que andar sin barba, porque a Dios se le reconoce enseguida por la barba) y dices para tus adentros (el solipsismo de Dios es dramático): "He aquí, éste soy yo y ellos lo ignoran." Y alguien te empuja por la calle, o incluso te insulta, tú humildemente pides disculpas y te marchas, total eres Dios y, si quisieras, con chasquear los dedos el mundo se convertiría en cenizas. Pero tú eres tan infinitamente poderoso que puedes permitirte ser bueno.