lunes, 26 de diciembre de 2011

canto primero

Viejo Océano de olas de cristal, proporcionalmente te pareces a las marcas cerúleas que se ven sobre la espalda magullada de los grumetes. Eres un inmenso moratón aplicado sobre el cuerpo de la tierra.

Viejo Océano, eres el símbolo de la identidad: siempre igual a ti mismo.

Viejo Océano, oh, gran célibe, cuando recorres la soledad hierática de tus flemáticos dominios, con plena justicia te enorgulleces de tu magnificencia nativa y de los elogios veraces que me apresuro a brindarte. Balanceado con voluptuosidad por los blandos efluvios de tu lentitud majestuosa, el más grandioso de los atributos con que el soberano poder te ha gratificado, despliega, rodeado por un brumoso misterio y en la totalidad de tu sublime superficie, tus olas incomparables que se suceden, paralelas, separadas por cortos intervalos, con el tranquilo sentimiento de tu pujanza eterna.
Apenas una disminuye, otra crece y va a su encuentro, acompañadas del melancólico sonido de la espuma al deshacerse, para advertirnos de que todo es espuma.